[Dark Hunter] Arma|Puños de Dragón.

Sentada en aquel frío balcón por primera vez desde su muerte dejó que la melancolía se apoderara de sus pensamientos, de esta manera aquel viento que cariñosamente movía su cabello comenzó a mezclarse con aquellas lagrimas que tan suave y delicadamente bajaban por su rostro, tristeza como la que solo un venator podía conocer, de a poco una de sus manos comenzó a viajar hasta su espalda hasta rozar aquel tatuaje con el que había cerrado ese pacto con Acheron, aquel trato que en parte era premio y castigo que hace algún tiempo había recibido.

Nadie nunca lograría comprender aquel dolor, nadie excepto un venator, sus vida, su mas preciado tesoro le había sido cruelmente arrebatado, cada vez que miraba la luna recordaba como se sentía ertar viva, poder reír asta que el abdomen duele, poder salir corriendo en la mañana para no llegar tarde a la agencia, comprar un café  y quemarse la lengua y la sonrisa de Jin al verla esperando en la entrada.

Lentamente se puso de pie hasta llegar al extremo del balcón, era una noche fría tanto que las hojas de los árboles que la rodeaban comenzaban a cubrirse de una tímida y frágil escarcha.

- Si tan solo pudiera cubrirme a mí también –susurró al momento de llevar una de sus manos a su rostro intentando limpiar aquellas lágrimas.

“Nadie a conocido belleza hasta que ve llorar a una mujer” habían sido las inmortales palabras de un poeta, mas la belleza a la que él tan ligeramente se refería era producto del inmenso vacío que existía en cada una de sus lágrimas, un incesante ardor que les recuerda que alguien les arrebato lo que por legitimo derecho les pertenecía, nunca lo olvidaría, no dejaría que su mente borrara aquellas crueles imágenes que había vivido, no permitiría que el tiempo fuera un camino hacía el perdón, no había perdón para esos cobardes que tomaban en sus manos vidas que no les pertenecían.

- Morirán, morirán hasta que el suelo este cubierto de su sangre, caerán hasta que las plantas de mis pies no puedan detectar otra cosa que no sean sus cuerpos, caerán en el mas profundo de los vacíos, no habrá misericordia para ninguno de ustedes, del mismo modo en que no tuvieron misericordia con ninguno de nosotros, sufrirán el estigma de su propia arrogancia y en aquel oscuro destino no habrá Dios para que se escondan tras él…

Dijo mirando directamente a la ciudad, aún después de su acto único de venganza su odio y rencor estaba vivo, pero su voz tranquila y casi melodiosa reflejaba la calma con la que paciente esperaría el día que todos los asesinos pagaran, con aquel pensamiento en su mente salió de aquel departamento que ahora era su nuevo hogar, las calles estaba repletas de gente, DaSom miró a su al rededor sin entender el porque de la muchedumbre, caminó hasta un gimnasio que era el centro en el que todas estas personas estaban reunidas y lo primero que llamó su atención fue una bandera que el el centro tenía un doble arco, aquel símbolo era igual al que Acheron había grabado en su espalda, sus ojos se posaron en el representante de esa bandera, quiso acercarse a hablarle, pero antes de poder hacer algo ese hombre avanzó hasta el escenario del gimnasio, aquel hombre comenzó a manipular un arma tan hermosa y magnifica que DaSom quedó hipnotizada con solo verlo.

Cuando la "exposición" terminó la chica corrió en busca de aquel hombre- Enséñame, enséñame a usar esa arma -dijo con muca dificultad, siempre había tenido problemas para hablar con extraños- Por favor, enséñame... -dijo al momento de ofrecer una reverencia.

- Ponte de pie pequeña -comentó aquel hombre- Si quieres aprender yo te enseñaré...

Una sonrisa se cruzó en el rostro de la chica, había encontrado un arma y un maestro...